El mercado de seres humanos está abonado principalmente por la infancia, usada en compra-venta para la filmografía pornográfica, para las estaciones de cosecha, para la adopción ilegal de hijos, para la prostitución en manos de los proxenetas.
Miles de niños son víctimas de un delito de lesa humanidad que los mata, los destruye o los marca de por vida cuando en el más feliz de los finales, se los rescata. Con un merchandising que maneja su costo, con un packaging que los pone más o menos en valor -ser rubio, de piel blanca cotiza más- la infancia reducida a objeto en manos de las redes nacionales e internacionales de trata esfuma a trece chicos por día sólo en el área metropolitana de Buenos Aires.
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